Conversaban animadamente los claveles con las clavelinas, los primeros más altos se quebraban un poco para participar en la conversación.
Ellas hablaban de la
sra. Rosa, asi la habían escuchado nombrar, estaba enferma desde hacía
varios días, y por lo mismo no las podia mirar como antes, ni dar
vuelta su tierra, ni regar y vivía solitaria en su casa, que era pequeña
y acogedora. Ya eran varios días que ella no salía de su casa,
ni recibía visitas.
Las clavelinas se sentían
tan bien, cuando ella les decía que bonitas estan mis flores, que
alegran mi corazón con sus botones de colores. Y las flores se alegraban
de escuchar su voz.
Los claveles que eran
un poco más indiferentes a los halagos, se dieron cuenta que si la
sra. Rosa no se preocupaba más de ellos, iban a morir, y que podian
hacer, si ellos eran flores y no podian caminar.
Vinó una abeja
a visitar a las flores, y éstas le contaron la preocupación
que tenian por la dueña de su jardin, y ella les dijo que era chiquitita
que porque mejor no hablaban con el viento.
Y el viento que pasaba
por allí se acercó y preguntó:¿ quién
quiere hablar conmigo ?, todo fuerte y poderoso como él era, y la abejita
le explicó la tristeza de las flores por la sra. Rosa.
Entonces él dijo
que iba a pasar por sus ventanas, efectivamente pasó por ellas, y
una de las ventanas era del dormitorio de la sra. Rosa, ella estaba como
durmiendo y quejándose en sueños.
Que triste es, como
es que nadie del vecindario se ha dado cuenta que no ha salido hacen días,
pensó el viento.
El viento triste le
conto el caso a su hermana, la brisa, pues él no podia quitar de su
mente que una persona que tenia tan bonita su casa y su jardin tan bello,
nadie se diera cuenta de sus días de ausencia.
La brisa al ver la tristeza
de su hermano viento, fue a visitar la casa y golpeó los vidrios y
vió que la sra. Rosa giró su cabeza pero no se levantó.
Allí se dió
cuenta la brisa que con mucha razón habían hablado las clavelinas,
los claveles, la abeja y su hermano viento.
Justo ese día,
era un dia Domingo los niños jugaban en el patio con una pelota, y
la brisa empujó con todas sus fuerzas esa pelota hacia el jardin de
la sra. Rosa, los niños le dijeron a sus padres que se les habia
caido la pelota en el patio de la casa vecina, y sus padres les dijeron
que no se preocuparan que cuando salieran compraban otra pelota.
La brisa estaba decepcionada
no contaba con esa solución, pero en eso vió a Don Segundo,
al otro lado de la casa, con su sombrero de siempre y vinó la brisa,
y lo hizo caer en el jardin de la sra. Rosa, hacia mucho sol ese día,
para estar sin sombrero, asi que el empezó a llamar: sra. Rosa, sra.
Rosa, mi sombrero se cayó a su jardin.
Don Segundo no recibía
respuesta, asi que decidió entrar a su casa a buscar otro sombrero,
pero la brisa no se había ido, ella estaba esperando que alguien entrara
a la casa y muy traviesamente con ayuda de su hermano viento, lanzaron el
sombrero al jardin nuevamente.
Entonces Don Segundo,
se dio cuenta que era demasiada casualidad que se le cayeran dos sombreros
y al mismo patio, buscó la escalera y la apoyó en el muro medianero
y observó que el jardin estaba seco, la sra. Rosa hacian días
que no lo cuidaba, que extraño pensó, pues si ella hubiera
salido le habria dicho a él que le cuidara la casa, como siempre ella
lo había hecho, se sintió triste al darse cuenta, que no habia
notado su ausencia en sus salidas a las compras y en el riego del jardin.
Sra Rosa, sra Rosa volvió
a gritar y no recibió respuesta, salió de su casa y observó
la puerta de la casa de la sra. Rosa y estaba con la chapa cerrada con llave,
y sin el candado, asi que concluyó que ella estaba dentro y empezó
a pensar en como lo hacia, fue a buscar a su esposa y le preguntó
si se habia topado con la sra. Rosa en los últimos días y ella
le contestó que no, el le expresó su preocupación por
la vecina y que quería pasar por la muralla a la casa vecina, y su
esposa trató de hacerlo desisitir de la idea, diciéndole que
no se metiera en líos.
Y si era tarde, pensó
Don Segundo, la posibilidad que fuera demasiado tarde le dió valor,
asi que llamó a la policía, le explicó lo que pasaba
con su vecina, y los policías le dijeron que iban a darse una vuelta
más tarde.
Don Segundo no quizo
aguardar más, y se pasó a la casa vecina, revisó las
ventanas y las puertas y afortunadamente, la puerta de la cocina no estaba
bien cerrada, y el la empujó un poco y la abrió, entró
a la casa llamándola, y miro todas las habitaciones hasta que encontró
el dormitorio de la señora Rosa y le vió en la cama, le tomó
la mano y le preguntó porque no los había llamado y ella le
respondió que por no molestar en un hilo de voz.
Don Segundo se dió
cuenta que habia que llamar a la ambulancia, la sra. Rosa estaba deshidratada,
pálida y delgadísima de seguro que hacia días que no
se alimentaba. Llamo de inmediato a la ambulancia y los doctores al atenderla
se dieron cuenta que doña Rosa tenia pulmonía y que era urgente
llevarla al hospital.
Don Segundo y su esposa
iban a visitar al hospital a doña Rosa y le contaban que sus flores
estaban esperándola y que estaban muy bonitas, la sra. Rosa se sonreía
al escuchar eso, les miraba agradecidamente y les daba la mano, y él
le decía que si no hubiera sido por la brisa y el viento que llevaron
sus sombreros a su jardin, él no hubiera sabido que ella estaba enferma.
El viento y la brisa
se sonreían felices, porque en realidad ellos solo habían participado
de la cadena de las flores, de la abejita y del valor de don Segundo, pues
al final todos eran parte de esta cadena de solidaridad.