Había una vez un pájaro azul, que se llamaba Felicidad, volaba en invierno a tierras más lejanas y cálidas cuando encontró en su vuelo a un cuervo negro.
Pero resulta que el cuervo, no era tal sino un duende que le preguntó a Felicidad si acaso su nombre era mágico y Felicidad contestó que no. Entonces el cuervo duende hizó unos giros rápidos alrededor de Felicidad y le embrujó, pues todos iban a ser felices cuando Felicidad estuviera cerca, pero si alguien lloraba estando él presente era porque se había acabado el tiempo de su magia.
Felicidad pensó para sus adentros, que eso no era cierto, porque como podía creer que un cuervo duende pensara en que los que le rodearan iban a ser felices. Pero finalmente, llegó a su destino y descansó en un manzano muy grande y alto.
No pasó mucho tiempo para darse cuenta que el producía un cambio, pues el manzano donde se había posado tenía peste, y se sentía tan contento el manzano que sus redes de hojas, ramas y tronco como por arte de magia espantaron a la enfermedad, y el campo donde se encontraba se contagiaba de la alegría y sus frutos eran sanos y parecía que se contagiaban las flores, la tierra, los insectos, las aves, hasta los campesinos se sentían extrañamente fortalecidos.
Todos se sentían diferentes: más serenos, más tolerantes, más pacientes, más saludables y como si algo bueno se despertara dentro de ellos.
Y a donde viajara Felicidad pasaba lo mismo, él nunca más se encontró con el cuervo-duende en sus vuelos.
Pero, llegó aquel especial día, en que una jovencita muy triste se acerco al árbol donde se encontraba Felicidad y lloraba mucho. En ese momento, Felicidad supó que ya no traería más felicidad, pero el viento arrulló a nuestra jovencita que se durmió bajo la sombra de una roca alta. El viento le susurró al oído que ella no tenía porque llorar porque todo contenía un sentido en la vida, y que debía disfrutar el sol, las nubes, el río, las flores, la huella de su sendero, todo contenía a Dios, y que preparara día a día su corazón para ser feliz.
Allí se dió cuenta Felicidad, que siempre había estado y que seguiría estando, pues él era no sólo por la magia, pues dentro de sí, él era mágico, no por la magia sino por el amor, el amor llena el alma y la mantiene feliz, lejos de la enfermedad, lejos del egoismo, lejos de la pereza, lejos de la soberbia, lejos del orgullo, lejos del yoismo, es esto lo que nos mantiene vivos, enérgicos, diligentes y pacientes, felicidad es la palabra que resume el amor.
Es así como nuestro cuento paso por un zapatito roto y pronto te contará otro...